Confieso que cada vez que tengo un cambio de estación a la vista entro en crisis. Sí, esa que seguro alguno de vosotros padecéis y bien sufrís en silencio (dejemos a un lado el famoso spot) o lo proclamáis a los cuatro vientos como una servidora.
La crisis a la que me refiero es la de “No tengo nada que ponerme”, “No sé qué ponerme”, “Con este tiempo parece que voy disfrazada…”. Evidentemente, ninguna de las afirmaciones anteriores tiene fundamento alguno. Pero si lo piensas a primera hora de la mañana -cuando sabes que si no has dejado la ropa preparada el día anterior llegarás tarde a la oficina- adquiere todo el peso del mundo.
No sé si se debe a un hartazgo generalizado de la ropa de invierno o a que deseo ponerte a toda costa la ropa de primavera que ya lucen todos los escaparates. Y ello a pesar de las temperaturas (una ve el sol un par de días y se piensa que ya ha llegado la primavera).
Así que la solución a este momento de crisis transitoria pasa por ir introduciendo, poco a poco, algunas de las prendas de la nueva temporada con otras de la ya dejamos atrás (sobre todo de abrigo). Ya llegará el tiempo en el que podamos lucirlas.
Y tú, ¿eres de las que, como yo, padeces crisis absurdas cada X tiempo?
